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La diferencia entre “lo hiciste mal” y “podemos hacerlo mejor”

  • Foto del escritor: Jhon Mart
    Jhon Mart
  • 7 feb 2018
  • 3 Min. de lectura

Andrea tuvo problemas para dormir toda una semana, después de que su jefe le llamó la atención en una junta de trabajo. Ella quería destacarse en su empresa, como lo hizo a lo largo de su carrera universitaria. Nunca había oído que un profesor la regañara. Por el contrario, de sus maestros solo oyó elogios.


Pero en esa reunión, su jefe le pidió explicación sobre una reducción en las ventas de su departamento. Le preguntó si su equipo no estaba trabajando lo suficiente o si el problema era el cansancio y la falta de motivación de la líder, es decir, de ella.

Y lo peor: Andrea había quedado paralizada. No pudo responder. Sabía que las ventas de toda la compañía estaban disminuyendo, por lo que no esperaba un señalamiento personal.


“Despersonaliza el llamado de atención —le sugerí a Andrea cuando me pidió asesoría al respecto—. No gastes energía pensando que se trata de algo dirigido específicamente en contra tuya para culparte de la situación de la empresa.

“Tómalo como un desafío positivo y concéntrate en buscar alternativas, primero para aumentar las ventas en tu departamento, y luego para mejorar las del resto de la compañía. Interpreta las palabras de tu jefe como un pedido de ayuda que no fue claramente expresado por orgullo o miedo, pero que tú has entendido como un mensaje de colaboración”.


Cuando Andrea dejó de pensar en el episodio de la junta como una amenaza y empezó a verlo como un reconocimiento a sus capacidades, se solucionó parcialmente su problema de insomnio, no porque sus pensamientos no la dejaran dormir, sino porque las semanas siguientes fueron de pocas horas de sueño. Ella se empeñó en estudiar estrategias de ventas en las horas que no ocupaba en analizar el desempeño de su departamento y hablar con sus colaboradores para ver cómo podían lograr más utilidades.


El lenguaje del trabajo en equipo


Dos años después, Andrea se consolidó como la mano derecha de su jefe y hoy es candidata a la Gerencia de su compañía. ¿Qué ocurrió en ese tiempo?

“El llamado de atención en aquella junta me paralizó durante varias semanas. Estuve días enteros trabajando casi que inmovilizada por el miedo y eso afectó mi desempeño, así como las ventas de la compañía. Desde que hablamos, pensé en las palabras qué me hubiera gustado oír de boca de mi jefe en esa reunión. Obviamente, no merecía elogios, pero hubiera sido mejor que me preguntara directamente cómo podía contribuir a mejorar la situación de la compañía.


“Y eso que me hubiera gustado oír a mí es lo que le dije a la gente de mi departamento. En vez de responsabilizarla o distribuir culpas, me enfoqué en resaltar nuestra capacidad ilimitada de aprendizaje. Nunca dije: ‘Lo hiciste mal’. Siempre dije: ‘Podemos hacerlo mejor’”.


Muchos quieren llevar a sus equipos de trabajo al tope de rendimiento, pero no lo logran. ¿Por qué? Porque ven el liderazgo como algo externo o superior al equipo. Cuando un líder es como el capitán que también corre y cubre las posiciones de sus compañeros en el campo de juego, cuando trata de vencer el cansancio y el pesimismo de su grupo compartiendo su propio optimismo, y no intimidando o amenazando, los demás interiorizan las metas que él ha trazado.


¿Quieres trabajar mejor en equipo? ¿Deseas que tus colaboradores tengan sentido de pertenencia a tu compañía o que sean leales a tus propósitos? Haz que ellos sientan y crean que tú formas parte del equipo y que estás ahí para ellos como ellos están para ti.

 
 
 

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