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Agradecer lo inesperado

  • Foto del escritor: Jhon Mart
    Jhon Mart
  • 25 feb 2018
  • 2 Min. de lectura

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Stella se enteró de que sería madre un mes después de haber iniciado una relación sentimental con Tomás. Cuando él supo que ella estaba embarazada de su hijo, un maremoto de sentimientos lo embistió y le impidió dormir y pensar con claridad durante un par de semanas.

Stella tenía absolutamente claro que quería ser madre. Pero más allá de esa certeza, también la atormentaban las incertidumbres: ¿estaba Tomás preparado para ser padre? ¿Qué pasaría con la relación de los dos a partir de ese punto? ¿Qué sucedería si las cosas no funcionaban entre ellos?


Por su parte, Tomás se hacía preguntas similares y le angustiaba saber que tanto él como Stella aún estaban pagando deudas considerables —sus matrículas de universidad, sus carros, sus apartamentos y otros créditos—. ¿Cómo harían para sostener a un hijo con la plena seguridad de que no le faltaría nada?


La pareja acudió a la ayuda de un colega experto en coaching familiar, del que he aprendido lecciones muy valiosas a lo largo de los años. Este colega les dio los siguientes consejos:


“Ignoramos la mayoría de respuestas a preguntas claves: ¿qué pasará mañana conmigo y con los demás? ¿Moriré solo o rodeado de mi familia? ¿Viviré soltero, casado, con muchos hijos o con un hijo único?


“No hay nada de malo en soñar y planear, pero sí es insensato tratar de obligar a la mente a encontrar una respuesta definitiva para estas preguntas, porque solo el tiempo puede responderlo todo.


Los retos sacan lo mejor de nosotros


“Si hay algo más importante que planear, es la capacidad de hacer ajustes. Muchas cosas no resultan como las planeábamos. En el caso de ustedes, seguramente esperaban tener un hijo dentro de varios años y no ahora. Y así nos ocurre en aspectos trascendentales de la vida: algún empleo nos resulta cuando todavía estamos estudiando y a duras penas tenemos tiempo para las tareas de la universidad. O, por el contrario, cierran la empresa en la que trabajábamos a gusto y las circunstancias nos obligan a emprender o conformarnos con otro empleo igual de inestable.


“En todos estos casos, hay tres actitudes inteligentes: ser flexibles, adaptarnos al cambio y recordar siempre cuáles son nuestros sueños. ¿Cuáles son los sueños de ustedes? La noticia del hijo que viene en camino, tan inesperada como maravillosa, puede animarlos a realizar esos sueños más rápidamente. Trabajarán más duro y con más gusto, aprenderán a ahorrar y compartir como no lo habían hecho antes, y lo más importante: podrán amar a otro ser humano, su hijo, como nunca han amado”.


Siempre nos preocupa lo inesperado y asumimos muchos retos con posturas defensivas. Pero lo impredecible y lo incierto pueden sacar lo mejor de nosotros, lo que duerme en nuestras mentes y en nuestro espíritu cuando permanecemos en la zona de confort.

 
 
 

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